miércoles, 5 de marzo de 2014

La falacia intencional

Para este segundo artículo, se propuso hablar sobre un capítulo de cincuenta que tiene el libro propuesto. He de decir que, pese a no ser este el que yo elegí (errores del conserje al imprimir los capítulos hizo que hubiera una subasta/mercadillos de capítulos sobrantes, de la cual, por interés me llevé una generosa parte) me atrae este capítulo.

En el se expone la idea, como bien dice en el título de la falacia intencional, pero, ¿qué es exactamente? Pues bien, la falacia intencional no es más que el problema filosófico, expuesto ya hace tiempo, sobre si, para analizar una obra de arte y valorarla, se debería tener en cuenta lo que pretende expresar el autor, sus intenciones (de ahí el nombre), sus circunstancias. Con esto en juego, el libro expone una serie de ejemplos, a los cuales haré el intento de no recurrir (menos a uno, el cual me ha impactado). La idea, en un principio, según la opinión personal, suele ser clara, pero voy a intentar plasmar los motivos de cada posición.

En cuanto a observar la obra  en sí, es decir, prescindiendo del autor, se juzgaría por su belleza, su calidad técnica, de manera que el concepto de arte realmente se volvería un poco más rígido y menos objetivo, pero realmente se plantean muchos problemas, como, por ejemplo, imaginad una obra de arte maravillosa, espléndida, la cual es copiada, exactamente, de manera que, si no tienes en cuenta que una es una falsificación, ambas tienen el mismo valor, cosa (por muchos) inconcebible hoy en día.

Otro caso es, por ejemplo, que nuestro concepto de una obra cambia muchas veces si conocemos el trasfondo de esta, una canción cambia de significado si de repente nos hemos enterado de que el autor la hizo en memoria y por amor a su recién fallecida hija, o si tenemos en cuenta que se inspiraba en su arte asesinando a gente. Casos extremos, pero, ¿acaso no repudiaríamos al segundo y aumentaría su valor el primero?

Por otra parte (este expuesto en el capítulo), imaginad el muy discutido arte moderno, imaginad una magnífica obra de arte expuesta en el museo; una espléndida fregona en su cubo. Imaginad que por un momento, el/la limpiador(a) deja su fregona y su cubo justamente al lado, y son iguales a los expuestos. ¿No os parece que habría que tener en cuenta la intención del autor?
Realmente, esa intención es la única diferencia entre "el arte y la limpieza", para que lo entendamos, de manera que habría que tener en cuenta realmente la intención del autor, si no perdería todo su valor.

Realmente pienso que ambas partes (tanto intención como calidad de la obra en "objetividad") han de tenerse en cuenta para el global de la obra, y que en gran mayoría de los casos, una suple a la otra, o se complementan. Una obra puede ser "un churro" y sin embargo tener un significado brutal (venido tanto desde el autor como de tu interpretación) que hace que te encante o te haga despreciarla.

Yo, en mi opinión personal, pensaba que deberíamos ponderar la "calidad objetiva" en mayor medida que la interpretación de la obra que hagamos, pero, realmente, eso no está tan claro y yo mismo admito que pese a pensar eso, hay muchas veces que el que me encante una canción viene condicionado con el significado que tiene para mí y aporto, de manera que realmente creo que ambas partes de ese todo que es la obra artística debería convivir en armonía en nuestra cabeza.

¿Te ha comido la lengua el gato?

Esa era la pregunta que, al menos a mí, me rondaba aquel lunes cuando realicé mi experimento. es muy
simple, tu profesor de filosofía ofrece un experimento y tú lo aceptas, el "reto" de no hablar (ni comunicarse, incluyendo móviles, etcétera buscando aislamiento) durante el imposible de veinticuatro horas de reloj.

Debo decir que "fracasé", es decir, manaron palabras de mi boca, pero realmente considero que lo conseguí, puesto que realmente se daban en situaciones en las que estaba tan inmerso, concentrado, divagando, que ni recordaba estar haciendo el experimento. Es el caso de estar haciendo límites de uno elevado a infinito y, una vez acabado, preguntar inconscientemente en voz alta: -"e elevado a tres?". He de decir que el dichoso número "e" estaba elevado a menos tres, típico fallo de obviar un signo que ves en el papel. En dos casos más se repitió, en el mismo estado de "concentración", y en ambos mi querida hermana fue la "culpable", en el primero preguntó: -"¿Y los dulces?"-, a lo que alegremente respondí: "¿Qué dulces?"-. Primer fallo, el segundo caso se dio cuando fui a ducharme y se adelantó para lavarse los dientes, de manera que me avisó cuando acabó diciendo que ya podía ducharme, tras lo cual mi "Vale" inconsciente me hizo caer de nuevo.

He de decir que realmente estoy acostumbrado a no hablar, debido a experiencias pasadas que no tienen cabida en esta entrada, de manera que no me resultó especialmente difícil aislarme, aunque a veces si que apetecía estar en grupo, comentar, pero no me resultó especialmente difícil. Además, observé algo muy interesante, a lo cual he bautizado (nunca mejor dicho) Efecto Iglesia. Me explico, la reacción de la gente, normalmente, era o normal, o soltaban chistecitos ("¿Te ha comido la lengua el gato?¿Que tal tu día? ¡Pero contesta!...). Pero a lo que he denominado Efecto Iglesia es a otra reacción, muchos, al saber que yo no podía hablar, al comunicarse conmigo, se veían absorbidos por mi aura de silencio, de manera que intentaban comunicarse conmigo mediante gestos, cosa que me pareció realmente curiosa. La analogía con la iglesia es obvia, cuando entras, el silencio es tal que te absorbe, por lo menos en lo que a mí respecta, cuando entro en iglesias (no soy católico, pero no hace falta para entrar, creo) me inunda su silencio y da la sensación de que no puedes hablar, cuesta romper dicho silencio.

Por lo demás, podría haber ocupado esa tarde estudiando química para el día siguiente, cosa que no hice porque confiaba que llevaba bien el tema, de manera que acabé pensando, aunque realmente, la única observación "iluminatoria" con la que di fue que retina podría venir de retener, cosa que además ocurrió en el instituto, así como (esto se me ocurrió otro día, pero ya que suelto una "tontería" suelto dos), descartar podría provenir del filósofo Descartes, ya que, con su duda hiperbólica lo descartó todo (lo pensaba desde que era chico, aunque no se por qué era consciente que Descartes era un filósofo si realmente no recuerdo haber leído nada de él, y cobró sentido cuando vi en clase la Duda Hiperbólica). Total, que mi tarde la ocupó mucho pensamiento (la mayoría inútil, no lo recuerdo), nada de estudio y un poco de Kingdom Hearts Piano Collections, obviamente tocando yo, hay pocas cosas que me guste más que las haga otro si las se hacer yo (cuando las encuentre aviso, realmente soy un agonía y me gusta saber, de manera que si lo puedo hacer yo mejor). Aclaro que pese a estar tocando, divago mucho y aun así pensaba (pero acompañado de música).

En resumen, realmente es una experiencia interesante, aunque yo ya esté acostumbrada a ella, y solo por el hecho de la asociación retina-retener, a pesar de no saber si viene de ahí, solo por el click cerebral, merece la pena, además siempre viene bien desvincularse del móvil (no hablo de la tele porque no suelo verla, Los Simpson de vez en cuando), da cierta libertad el no estar constantemente mirándolo (lejos de entrarme ansiedad), la pena es que "era trampa" pasarse la tarde durmiendo, por el hecho de que se hace más fácil el no hablar, y realmente tenía sueño, pero ya me adaptaré o recuperaré esas horas de sueño perdidas en lectura nocturna o en levantarse temprano fines de semana. A pesar de todo, realmente recomiendo la experiencia, porque es bueno saber desvincularse un poco y relajarse, ayuda a mantener la calma y a ser autosuficiente, aunque es obvio que se vive mucho mejor acompañado, siempre viene bien.